miércoles, 4 de septiembre de 2013

ANTONIO LÓPEZ VILLALBA, VECINO DE TORREBAJA (VALENCIA) [y II].

A propósito del homenaje que le rindió 
el Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia) durante las 
Fiestas Patronales.



---->> Viene de: I.

            Me contabas que después del servicio militar hiciste algunos estudios…
  • Sí, cuando terminé la mili estuve en la Escuela de Capacitación Agraria que abrieron en San Blas, un pueblo cerca de Teruel… allí estuve dos años. Mi curso estrenó aquella escuela. Nos daban algo de cultura general, pero fundamentalmente cosa de cultivos y ganadería… Claro, el cultivo de plantas y el manejo del ganado: vacas, ovejas, cerdos, conejos... Estudiábamos todo lo referente a la alimentación, las enfermedades más comunes, los cuidados generales de los animales. Allí nos preparaban más hacia los ganados estabulados, cuando hasta entonces los animales solían estar en el monte. A los animales estabulados hay que alimentarlos según la estación y su estado, pues la ración de cada grupo depende si están vacíos, en gestación o criando. Por eso necesitan distinto alimento y cantidad, según estado… Las raciones se hacían ajustadas, adaptándolas a cada situación: Sí, a mí me gustaba aquello, porque estaba relacionado con lo que yo había conocido en la aldea... En la Escuela de Capacitación coincidí con otros alumnos de Torrebaja –Javier, el hijo de Armando, los gemelos de Simeón, uno de los hijos de Albina, Miguel Ángel el de la Caja…-; esto estando yo en segundo curso… Ellos eran más jóvenes, porque yo ya fui después de la mili… Claro, aquello era una salida profesional.

El señor Antonio López Villalba (Hoya del Peral, 1949), durante la entrevista.


          Después de la Escuela de Capacitación, ¿qué hiciste, te pusiste a trabajar de lo que habías estudiado?
  • Antes de terminar los estudios resulta que pidieron de Madrid alumnos para monitores de las oficinas de Extensión Agraria, los que ayudaban a los agentes… El director de la escuela de San Blas me mandó a mí para hacer los exámenes. Pero yo tenía poca base en cultura general, lo que se estudiaba en la escuela de entonces. El caso fue que me examiné y suspendí. El examinador me dijo que yo llevaba buenas referencias, pero que no podía aprobarme por estar bajo en cultura general, algo que les pasaba a casi todos los alumnos que procedían de la parte de Cuenca y Teruel… Así que continué en la escuela de Teruel, pero antes de terminar el curso me volvieron a llamar para hacer un curso en Albacete. Estando en Albacete vino el director de la escuela de Cuenca, porque le faltaba un monitor de la parte de agricultura… y me contrató antes de terminar el curso. Todo fue que me marché a Cuenca, allí estuve cuatro años como monitor de cultivos. Yo tenía un contrato de seis meses renovable, vivía en la escuela y allí comía y dormía en una habitación, en literas, junto con otros. Por entonces tendría yo poco más de veinticinco años, y estuve hasta los veintinueve… Estando allí me casé con Elisa, sí, yo ya festeaba con ella desde que estuve en Teruel. Mi sueldo no era muy alto, pero como lo tenía todo allí, ahorraba casi todo el dinero. Me casé porque, como monitor de cultivos, me concedieron una vivienda dentro de la escuela, como la tenían el director, algún profesor y otros… Así puede casarme, pues de haber tenido que alquilar un piso no hubiera podido. Nos casamos en Torrebaja, puede que el cura de entonces fuera don José Doménech. Estando en Cuenca Elisa se quedó en estado y volvió a Torrebaja, y yo venía al pueblo los fines de semana. Mi hijo Antonio nació en Teruel…, y luego nos volvimos los tres a Cuenca; allí estuvimos hasta el otoño. El caso es que coincidieron una serie de circunstancias que me decidieron a dejar el trabajo aquel y volver a Cuenca. No, a Elisa no le gustaba Cuenca, porque yo me tenía que marchar a trabajar y ella se quedaba sola con el niño…

          Entonces, ¿regresasteis a Torrebaja?
  • Sí, las circunstancias en la escuela cambiaron y pensé que nos convenía dejar el trabajo y volver al pueblo, porque fue entonces cuando pensamos en poner vacas estabuladas… Aquello no resultó tan bien como pensábamos, pero en aquel momento nos pareció lo mejor. No fue bien, entre otras cosas, porque no teníamos las instalaciones adecuadas, pero llegamos a tener hasta doce vacas, entre las de leche y terneros de recría… Claro, la vaca de leche cada año tiene que parir, si no pierde leche. Y los terneros había que recriarlos. En principio vendíamos mucha leche en Torrebaja, la que sobraba la recogía un camión que bajaba de Teruel, pues en el Rincón había varios ganaderos. Pero conforme fueron desapareciendo el camión de Teruel ya no bajaba, y teníamos que subir nosotros las cántaras de leche, con lo que el proceso se encarecía… Al final tuvimos que vender los animales… La agricultura tampoco iba bien. Además, nosotros éramos medieros, el amo se llevaba la mitad, pero aunque nos hubiera dado todo, la agricultura no era rentable… Se lo planteamos así al dueño de las tierras y convinimos en dejarlo. Aunque estábamos muy agradecidos, porque durante el tiempo que tuvimos la explotación ganadera nos permitió utilizar los corrales de detrás de las casas. Creo que nosotros fuimos los últimos medieros de Torrebaja…
El señor Antonio López Villalba (Hoya del Peral, 1949), durante la entrevista.

          ¿Después de dejar los animales y las tierras, a qué te dedicaste?
  • Todo fue que echando cuentas, entre las vacas y las tierras no me sacaba el jornal que me ofrecían en la construcción –y eso que en la explotación ganadera trabajábamos toda la familia-: Así que dejamos las vacas y las tierras y me dediqué a la construcción, como peón de albañil… Claro, al dejar “las a medias” tuvimos que dejar también la casa donde vivíamos, pero todavía nos dejó los corrales unos meses, hasta que vendimos la última vaca. Mis padres ya habían comprado una casa en el callejón de la Herrería, y nosotros, mi mujer y yo, otra al lado; y allí vivimos hasta que el Ayuntamiento hizo aquella promoción oficial de viviendas de la carretera... Como te decía, me puse a trabajar con un constructor de aquí; primero a jornal, yo me pagaba la seguridad social agraria como autónomo, pero pasado el tiempo me ofrecieron en otra parte mejores condiciones, un contrato con posibilidad de incluir a la familia y así se lo planteé al constructor; entonces él me hizo contrato -temporal también, pero asegurado-; y pasé al régimen general de la seguridad social, con ventajas familiares y así continué hasta septiembre del año 97, en que entré a trabajar para el Ayuntamiento..., y aquí continúo.

      En la legislatura municipal de 1991-95 estuviste como concejal del Ayuntamiento de Torrebaja, pero antes creo ya habías estado: ¿De dónde te viene esa afición a la política?
  • Yo no poseo ninguna afición política, aunque tengo mis ideas al respecto... Antes de la legislatura que nombras estuve en la última de Cándido, y después contigo, entre 1991-95... Porque cuando murió Franco –noviembre de 1975-, yo todavía estaba en Cuenca. Y en la primera de Cándido no pudieron meterme porque todavía no llevaba yo seis meses empadronado en Torrebaja. Pero ya te digo, yo no tengo aficiones políticas; si dejé que me incluyeran en la lista electoral fue por sentido de la responsabilidad, porque creo que todos los vecinos deberíamos colaborar en la administración municipal..., no por otra cosa: ¡Hay que colaborar, hay que colaborar...! –me decía Vidal, y yo entiendo que debe ser así; pero personalmente no me interesa participar en la cosa pública-. Porque en estos municipios, como en casi todos los pueblos pequeños, suele haber muchos problemas, y es difícil acertar en una solución que satisfaga a todos... Los Ayuntamientos suelen hacer cosas buenas y malas o no tan buenas... Porque la gente, me refiero a los concejales y a los alcaldes, no son profesionales, y pueden equivocarse... Pienso que los errores que cometen no son a conciencia, quiero decir queriendo; se equivocan porque no saben lo suficiente, porque están mal asesorados o por otras causas...

Se nombra aquí a don Cándido Roselló Domingo, que fue alcalde de Torrebaja durante dos legislaturas municipales -la primera de 1979 a 1983 y la segunda de 1983 a 1987-; asimismo, se hace mención de don Vidal Gimeno Casino, que presidió el Ayuntamiento de Torrebaja de 1987 a 1991 -ambos de Alianza Popular (AP)-, y de don Alfredo Sánchez Garzón, que también lo presidió de 1991 a 1995, éste como independiente (GIUPT).[1]

            Y de tu vida familiar, ¿qué puedes contarme?
  • Bueno, poca cosa que no sepas... Como te decía me casé en Torrebaja y tuve tres hijos: Antonio es el mayor, luego vino la chica, Elisa y finalmente otro chico, José Vicente. La chica ya está casada y tenemos una nieta de ocho años, Cristina, y un nieto de cinco, Carlos... Ya te digo que cogimos una casita de las que promovió el Ayuntamiento, y cuando las entregaron dejamos el callejón de la Herrería y nos fuimos a la nueva: Allí hemos estado estupendamente... y allí estaremos hasta que Dios quiera. Sí, allí se está muy bien, fue un acierto que el Ayuntamiento promoviera aquellas casas, aunque hubo sus problemas... Pero para el pueblo y para la gente fue bueno, porque aquello significó más casas, más servicios, más impuestos... y todo ello quieras o no repercute en beneficio del municipio.
Entrada occidental de Torrebaja (Valencia), por la CN-420, en dirección Teruel, con detalle de las "casitas baratas" promovidas por el Ayuntamiento (2013).

          Y desde ese puesto, como mantenedor de los servicios municipales, ¿cómo ves el pueblo y la comarca?
  • Como mantenedor, conozco todas las teclas del pueblo, pero por fuera... Con los años he tenido que espabilarme, y sí, reconozco que tengo cierta habilidad para hacer arreglos y ciertos trabajos, aunque a pequeña escala Como tú dices: Lo mismo arreglo una avería del agua potable en una calle que barro la plaza, echo un bando o tapio un nicho... No hay más remedio que hacerlo, y es bueno que el Ayuntamiento tenga quien haga estas faenas, porque en otra época, cuando no existía este puesto de trabajo, siempre había problemas para solucionar estas pequeñas cosas... pequeñas pero importantes para el buen funcionamiento de los servicios. Claro, en estos últimos años el Ayuntamiento se ha descargado mucho de todas esas menudencias... La brigadilla contra incendios también ha ayudado mucho, y ha habido épocas en que también he contado con un ayudante... Porque parece que no, pero hay mucha faena, y no se para. Hay que tener en cuenta que las necesidades del Ayuntamiento también han aumentado con los años... Se han plantado árboles que hay que podar y regar, jardines que mantener, el Parque Artesanal, que también da faena... El Cementerio Municipal, las calles, barrer la plaza para el mercadillo de los viernes, los bandos...


¿Y de la agricultura, el sector primario tradicional en la zona, qué me dices?
  • El pueblo y la comarca en general están parados, esto no despega... La agricultura, que es lo que yo más conozco, está muy mal. Se hizo la concentración parcelaria, que costó Dios y ayuda y hasta ahora ha servido de poco: Sí, las propiedades están ahora juntas, hay caminos amplios y acequias de cemento... -pero de momento no tiene utilidad, por lo menos la que podría tener-. Claro, la agricultura no es sólo la tierra, hay que ver también quién la trabaja, eso es, la producción y la comercialización de los productos. Nosotros tenemos ahí los campos, pero no hay quién los trabaje. ¿Por qué?, pues porque la gente va buscando otras cosas mejores, más fijas y rentables para su vida... Tal como están las cosas, con la agricultura no tenemos futuro; por lo menos a corto y medio plazo. Es cierto que los campos no son muy grandes, pero se podría dedicar a la agricultura intensiva –no extensiva como en la actualidad-; con cultivos que dieran jornales, no como ahora, que entre dos agricultores llevan los campos... Hace falta cultivar productos que supongan mano de obra, que den jornales... Pero para que esto sea posible hace falta que los cultivos sean rentables: El maíz, el alfalfe, el trigo... no lo son –por muchas subvenciones que tengan-. Exacto, habría que cultivar frutas y hortalizas, por ejemplo, pero luego hay que ver dónde colocas esos productos, que también es difícil por la falta de cooperativas que los comercialicen... Por eso hay tantos inconvenientes para que la agricultura despegue; y lo que es industria, tampoco tenemos...

Sigue comentando:
  • Existen otros problemas para el desarrollo del campo, como es la ignorancia de la agricultura... Quiero decir que los agricultores actuales están dispuestos a modernizarse, pero todo no está en las máquinas y la tecnología. Pues lo que muchas veces no saben es cuándo labrar, en qué momento... Las cosas han evolucionado mucho en poco tiempo, y los agricultores antiguos no han tenido tiempo ni posibilidades de transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones: Sí, me refiero a esos conocimientos que no vienen en los libros, los que se adquieren sólo por la experiencia y el tiempo... Hay que conocer las partidas del término, y saber lo que produce mejor cada zona, porque no todas las tierras son iguales ni pueden dar los mismos productos... Cierto, el padre no puede enseñarle al hijo nada del tractor o de las máquinas, pero qué hace el hijo si no sabe ni la época en que debe laborar cada parcela... Porque en agricultura son muy importantes los tiempos, la climatología, el estado de la tierra... Si no conoces todos estos aspectos puedes jugarte la producción; lo mismo sucede con la ganadería... Exacto, los libros no pueden decirte cuándo labrar una finca concreta, eso tienes que verlo, y conocer los detalles precisos para tomar la decisión... Todo eso se ha perdido, la generación anterior no ha podido transmitir esos conocimientos a la siguiente, se ha roto el eslabón de esa cadena... y será difícil recuperarlo.
Vista parcial de Torrebaja (Valencia), con detalle de la torre-campanario de la parroquial -Santa Marina de Jerusalén- desde la ribera del Turia (2013).

      Luego está el asunto de las cooperativas, ¿cómo es posible que aquí no haya cuajado ninguna?
  • Sí, es cierto, ninguna cooperativa de las que se han propuesto ha funcionado... Puede ser por lo que tú dices, que no hay gente, faltan conocimientos y medios. Porque aquí tenemos tierras y buenas fincas, y mucha agua, pero los propietarios son personas mayores o están fuera, en la ciudad, cada uno con su profesión y su vida... Estos no van a venir a cultivar nada, lo único que pueden hacer es vender las tierras o arrendarlas... Lo cierto es que se dan varios factores negativos, lo que te decía de la falta de conocimientos, y de medios económicos y materiales, me refiero a las propias tierras, a la maquinaria precisa y a todo lo demás, incluido la comercialización y distribución... Por eso los cooperativistas deberían ser los mismos que trabajan las tierras, y encargarse también de comercializar la producción, aunque sea alquilando las propiedades por un número de años...

            Le comentaba yo al entrevistado lo que sucedió con la última cooperativa que se intentó poner en marcha las tierras de Torrebaja... Se fundó la asociación con todas las bendiciones de la Administración, me refiero a registros y estatutos, para contar con las posibles subvenciones oficiales que pudieran beneficiar a la entidad. Pero no había manera de arrancar, porque los cooperativistas, dueños de las tierras, vivían fuera o eran personas dedicadas a otras actividades. Algún año se cultivó cereal y maíz, pero el posible beneficio, contando las ayudas públicas, se esfumó en pagar a la persona que había labrado los campos, sembrado, regado y cosechado. Luego se nos propuso cultivar hierbas aromáticas... La cooperativa tenía que pagar jornales por todas las actividades que supone la producción –preparación de la tierra, cultivo y cosecha de la planta, esto es, riego, recolección, traslado...-; la empresa de destilado de aromáticas se comprometía a comprar el producto... -imagino que al precio que ellos quisieran, y gracias-. ¿Dónde quedaría el beneficio para la cooperativa? Por eso se le ofreció a la empresa de aromáticas que alquilaran ellos las tierras y las cultivaran, pero no quisieron... ¡Lógico, porque sabían que la producción valía menos que los jornales! Por eso la cooperativa decidió hacer caso del aquel dicho que dice: ¡Lo que no deja, dejarlo...! –y se disolvió-.


¿Dónde ves el futuro de estos pueblos?
  • ¿Dónde veo el futuro?, pues no sé, quizá en los servicios a los mayores, por ejemplo... Porque gente mayor, ancianos que requieran atenciones, no van a faltar. Por eso creo que todo lo que se haga pensando en este sector de la población será bueno, quiero decir que puede dar algo de trabajo a la gente del Rincón de Ademuz...

            ¿Qué te parecía el proyecto aquel del campo de golf en Torrebaja?
  • Bueno, como agricultor, lo del campo de golf nunca me gustó... Pero tampoco tenía argumentos para oponerme si ello podía significar un futuro para el pueblo y la comarca. Es como lo de aquella empresa del rento... personalmente no lo veía claro, pero en conciencia no podía oponerme. Por eso firmé junto con los demás que firmamos la concesión del aval... Después está lo que tú decías: Si vendemos el término a una empresa volveremos a la época antigua, cuando una persona o una empresa era la dueña del pueblo... –no, yo con eso tampoco estaba conforme; pero si ofrecían una posibilidad de futuro para la zona...-. Claro, son decisiones difíciles de tomar, y hay que medítalas, porque además el término de Torrebaja es muy pequeño...

      Cuando dice de “aquella empresa del Rento...”, se está refiriendo a Ias Makus, s.l., a la que el Ayuntamiento de Torrebaja concedió -en la legislatura de 1991-95- un aval bancario para su emplazamiento en la zona, y al que después tuvo que hacer frente, por la ineptitud de la empresa. Pues el banco ejecutó el aval y el Ayuntamiento hubo de pagar por valor de cinco millones de pesetas, deuda todavía no saldada. De haber funcionado bien hubiera dado trabajo a un número considerable de familias... ¡Pero no funcionó! Se alude también al proyecto "Campo de Golf" de Torrebaja, cuya ubicación en la zona, pese a las presuntas ventajas, conllevaba también una serie importante de problemas.[2]


       ¿Tienes alguna opinión acerca de la política municipal de Torrebaja, qué te pareció lo sucedido en las últimas municipales?
  • Es cierto lo que dices, "ya era hora de que ganaran las elecciones los socialistas, que no gobernaban el pueblo desde la II República...". Es bueno que la oposición gane de vez en cuando y se moje, quiero decir, que gobierne y sepa lo que es tomar decisiones y responsabilizarle; porque oponerse a todo es muy fácil... lo difícil es hacer propuestas y llevarlas a cabo. En las últimas elecciones sacaron mayoría los socialistas, pero ellos saben que no ganaron, se les dieron... El problema surgió con las dos listas que se propusieron, una de la Local de aquí y otra de Valencia, con el anterior alcalde como cabeza de lista. Yo tampoco conozco bien problema y el por qué de aquello, pero entiendo que los votantes tradicionales del Partido Popular se enfadaran, por eso muchos de ellos votaron a favor de la lista socialista... Entiendo lo del enfado, pero no que votaran al contrario: Eso es como cegarse para que el otro se quede tuerto... Bueno, estoy de acuerdo contigo, cabe que el cabeza de lista socialista influyera en el resultado; no sé... En cualquier caso, habría que preguntar a cada votante lo que votó cada uno y por qué, pero eso no te lo van a decir... También es cierto que en los últimos años los socialistas han estado presentando listas, no para ganar, sino para hacer oposición.

        Cuando el entrevistado dice “ya era hora de que ganaran las elecciones los socialistas, que no gobernaban el pueblo desde la II República...”, se refiere a un artículo que escribí al respecto, en el que se comentaba esta realidad histórica.[3]


            ¿Qué te parece la política municipal, tienes alguna opinión?
  • Bueno, no hemos tenido tan mala suerte, porque este alcalde quiere sacar al pueblo de la situación económica de déficit en que se halla; al menos empeño está poniendo... Claro, subiendo los impuestos tampoco va a sacar al pueblo de apuros, porque somos pocos y las necesidades muchas. Está bien lo de reducir gastos superfluos y controlar el gasto, pero lo de poner más impuestos no es la solución. Ahora se han sacado de la manga lo del “Derecho de riego”. ¿Desde cuándo tiene el Ayuntamiento derechos sobre el agua? El agua es un bien general, no se puede vender... La acequia de La Masada, como tiene Comunidad de Regantes está exenta de este impuesto, la de Los Albares, igual. Las demás pagan, lo que es injusto; porque el impuesto debe recaer sobre todos, con relación a la extensión de la propiedad afectada. Otra cosa son las tasas por arreglos o mantenimiento, cuyo monto debe cobrarse según lo que cada uno tiene... Pero lo de “Derecho de riego” es absurdo... ¡Que creen las Comunidades de Regantes y que los regantes se apañen...!
Don Octavio Gómez Luis, alcalde de Torrebaja (Valencia), durante la entrega del "Premio Torrebaja-2013" al señor Antonio López Villalba [Foto cedida por Oscar Pardo de la Salud, de la Comisión de Fiestas de Torrebaja].

           Y para terminar, ¿cómo ves la vida de jubilado que te espera? Porque ya sé que te jubilas en enero y que la Comisión de Fiestas te ha propuesto para una mención de agradecimiento por tu labor.
  • Pues no sé, ya veremos; en cualquier caso espero que la vida me sea más llevadera... Continuaré con lo de siempre, haré el huerto y los árboles que tengo, poca cosa... Lo que pasa es que cada vez se tienen menos ganas de trabajar: Antes, con los fines de semana o con las tardes, me sobraba para mantener en producción lo mío... Pero ahora cada vez me cuesta más. En general estoy satisfecho con la vida, creo que me ha ido bien y no le puedo pedir más... aunque problemas siempre hay. Mi padre decía que la vida de las personas es una sucesión de etapas comparable a la de ciertos animales: La primera etapa es la del cabrito –que solo piensa en saltar y mamar de la cabra-; la segunda la del toro –cuando uno está fuerte, y le falta campo-; la tercera la del burro –cuando te casas, y todos los palos le caen a uno-; la última la del gorrino –comer y dormir, hasta que le llegue su san Martín-. Visto así, yo estoy a punto de entrar en la etapa del gorrino, pero con alegría... Pero sí, algo hay que hacer. Yo tengo trabajo para no parar; además, como tampoco me va a lucir mucho...

            Y termina diciendo:
  • Hablando en serio, la jubilación es una etapa de la vida en que las responsabilidades disminuyen, porque los hijos se han hecho mayores y van tomando las riendas de su vida. Y con los nietos ya no se tiene esa responsabilidad... Aunque mientras uno vive los hijos están ahí, y no puedes evitar las preocupaciones sobre cómo les irá... También tengo a mi madre, que todavía vive. El otro día hubo aquí una charla de una abogada, y aconsejaba hacer el reparto de los bienes a los hijos en vida; así se evitan muchos problemas entre ellos... Respecto a lo que me dices de la mención honorífica del Ayuntamiento... Sí, fue un pequeño homenaje en el que me dieron un cuadro con un diploma de agradecimiento por mi labor en estos años. Claro, suena también a despedida... Yo no soy partidario de celebraciones. Pero sí, me gustó, sobre todo por los aplausos de la gente... En aquel momento sentí su aprecio, pero la verdad es que yo constantemente he sentido el afecto de los vecinos; será por mi carácter... Pienso que siempre me han valorado más de lo que yo merezco, y no sólo los alcaldes, también los concejales de cada Ayuntamiento... Eso hace que uno se esfuerce más en hacer bien su trabajo... Por eso considero que el éxito de mi labor ha sido mérito de todos, pues han sabido respetarme y valorarme...

Don Octavio Gómez Luis, alcalde de Torrebaja (Valencia), durante la entrega del "Premio Torrebaja-2013" al entrevistado:
"En reconocimiento a Don Antonio López Villalba, por su esfuerzo, labor y dedicación al pueblo de Torrebaja y sus gentes".
[Foto cedida por Oscar Pardo de la Salud, de la Comisión de Fiestas de Torrebaja].

La querencia del señor Antonio López Villalba por su aldea natal resulta innegable; prueba de ello es un poema que, a modo de “Reflexiones de un emigrante”, compuso hace años, y que resulta del tenor siguiente...

ODA A HOYA DEL PERAL 

Hoya del Peral querida
tan pequeña y adorada,
como la risa del niño
al despertar la mañana.

En tus entrañas nací
y pasé toda mi infancia;
a la juventud partí,
a buscar vida más llana.

En momentos muy difíciles
yo te dejé en la estacada,
alejándome de ti
en el tiempo y la distancia.

Y aunque el correr de los años
mi débil huella borrara,
nada podrá liberarte
de mi memoria encerrada.


Palabras finales.
            El entrevistado se nos muestra como miembro de una familia típica de estos términos, como fueron los medieros de otro tiempo; quizá los últimos de aquella generación de productores... Nacido en una aldea de Salvacañente, en los confines de Cuenca con el Rincón de Ademuz, vino al mundo en los años finales de la década de los cuarenta, cuando todavía estaba la guerra civil muy presente, prueba de ello son las historias que a él le gustaba escuchar en la barbería de su padre, pequeño agricultor y ganadero, además de practicante ocasional en la aldea...
         Sus recuerdos de infancia se refieren a la escuela primaria, a los abuelos y a los trabajos que desempeñaba como pastor con el ganado familiar, a la sencilla vida de entonces. No obstante ser propietarios de sus propias tierras, el trabajo del campo y con los animales sólo daba a la familia para sobrevivir. De ahí que, cuando surgió la oportunidad, decidieran emigrar a otro pueblo, antes que marcharse directamente a la ciudad, como hicieron otros. Vinieron a Torrebaja como medieros, a probar, con la intención de regresar a su aldea si la aventura fracasaba. De ahí que mantuvieran casa y tierras en su localidad... Aquello fue en los años sesenta del pasado siglo, época del despegue económico de España, en que los pueblos de estos términos se vaciaron de gente que ambicionaba otro futuro para ellos y sus hijos. La experiencia migratoria resultó provechosa, pues nunca regresaron a la aldea... ¡Pero es duro dejar la tierra, la casa, el paisaje que se ama... para buscar otro donde arraigar!
            Vino después la época del servicio militar, el tiempo de su formación en la Escuela de Capacitación Agraria de San Blas en Teruel, la experiencia laboral en Cuenca, el noviazgo, la boda y el primer hijo... Y el regreso a Torrebaja, para iniciar un proyecto agrícola y ganadero con animales estabulados... Pero ello coincidió con la crisis del sector, y la necesidad de dejar tierras y establos para intentar ganarse la vida como peón de albañil con un constructor local. Después surgió la oportunidad de trabajar para el Ayuntamiento, como personal de mantenimiento en los servicios municipales. Y en esta labor ha permanecido los últimos años, hasta llegarle la edad de la jubilación, que de forma socarrona identificaba su padre con la etapa del cerdo: comer dormir y esperar la hora de morir...

         En suma: la conversación mantenida con el señor Antonio López Villalba -López para los amigos y conocidos-, ha constituido más que una sorpresa, la confirmación de lo que pensamos. Que la vida no cesa de ofrecernos posibilidades, caminos por los que transitar, pero que es la persona quien debe decidir en cada momento la dirección a seguir... Prueba de ello es la biografía del entrevistado, y su lucha por mejorar continuamente sus condiciones vitales y las de los suyos; pero siempre con sentido de la responsabilidad, compromiso y buen hacer. Consciente de sus limitaciones, y sin estirar más el brazo que la manga... No en vano decía el autor francés François Mauriac, “nuestra vida vale lo que nos ha costado en esfuerzo”. ¡Gracias por tus palabras, y por la confianza que me has demostrado, amigo Antonio! Te deseo una larga y provechosa jubilación, y mi más sincera enhorabuena por tan merecido homenaje, como fue el ofrecido desde el Ayuntamiento. Vale.


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.


[1] Torrebaja. (2013, 2 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 17:36, septiembre 4, 2013 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Torrebaja&oldid=69380530.
[2] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Acerca del proyecto “Campo de Golf” en Torrebaja (Valencia), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2011/10/acerca-del-proyecto-campo-de-golf-en.html, del lunes 17 de octubre de 2011.
[3] ID. Acerca del vuelco electoral en Torrebaja (Valencia), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2011/10/acerca-del-vuelco-electoral-en.html, del lunes 17 de octubre de 2011.

ANTONIO LÓPEZ VILLALBA, VECINO DE TORREBAJA (VALENCIA) [I].

A propósito del homenaje que le rindió el 
Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia) durante las 
Fiestas Patronales.



“Pienso que siempre me han valorado más de lo que yo merezco,
y no sólo los alcaldes, también los concejales de cada Ayuntamiento...”.



         El señor Antonio López Villalba es un vecino de Torrebaja, natural de Hoya del Peral (Salvacañete), que desde hace años trabaja al servicio del Ayuntamiento como personal de mantenimiento. Con motivo de su próxima jubilación, la Entidad municipal decidió ofrecerle un homenaje en reconocimiento a su labor y buen hacer. Esto fue el último día de las Fiestas Patronales 2013, durante la popular Cena de la Vaca…
            Hace tiempo que tenía pensado hacerle una entrevista, pero el reciente homenaje fue la justificación para solicitarle un encuentro y charlar, y ello con el propósito de componer una entrada en este blog. Cuando se lo propuse se quedó sorprendido, arguyendo no saber qué contarme, pues pensaba que su vida no contenía nada de interés para los demás. El señor López Villalba, más conocido como “López”, es una persona sencilla, no le gusta figurar ni aparecer en primer plano de ningún lugar. Callado, reflexivo, habla lo justo y comedidamente... Entre sus cualidades destacaría su sentido de la responsabilidad, su capacidad de trabajo y ofrecimiento. Tiene sus ideas políticas, pero parece que nunca han supuesto una barrera para el trato con los demás. Siempre tiene a mano una sonrisa que ofrecer en el semblante..., y sabe que no hay que pedirle peras al olmo. Por lo demás es una de esas personas que tiene más valores de los que muestra, y habla menos de lo que sabe.
            Apenas tengo una remembranza del entrevistado en mi infancia, pues cuando él y su familia bajaron de la Hoya del Peral a Torrebaja, yo ya estaba en Barcelona; pero sé que vivían en una casa de la plaza del Ayuntamiento –entonces de Ramón y Cajal-; sus padres se dedicaban al campo, tenían vacas y vendían leche al por menor. Sin embargo, el recuerdo más nítido que tengo de su persona se refiere a una obra de teatro en la que él hacía un personaje muy gracioso, y que representaba con acierto...

El señor Antonio López Villalba (Hoya del Peral, 1949), durante la entrevista.


Contenido de la entrevista.
           La entrevista la concertamos para una tarde después de su trabajo, y a la hora convenida se presentó en mi casa. Le ofrecí algo de beber, café, cerveza, vino... pero él sólo aceptó un vaso de té blanco de Castiel con azúcar moreno, y eso después de insistir. La conversación la mantuvimos sentados ante la mesa de mi estudio, y fue del tenor siguiente.

          Antonio, ¿qué puedes decirme de tu persona, dónde naciste, quienes fueron tus padres, qué recuerdos tienes de tu infancia...?
  • Me llaman Antonio, Antonio López Villalba, y nací el día de san Antón de 1949 en Hoya del Peral, una aldea de Salvacañente, Cuenca... Mis padres fueron Feliciano y Remedios, él era natural de la aldea, pero mi madre procedía de Casas Nuevas, y fuimos dos hermanos, yo y una chica cinco años menor. Hubo otro chico entre medio que murió, por eso decía mi madre que pudo darme poco de mamar, porque entonces los niños mamaban hasta bien mayores... Ahora a los críos les quitan pronto el pecho y tiran adelante con las leches artificiales; pero entonces no había otra cosa que la leche de la madre... Recuerdo el caso de un compañero, quinto mío, al que fui a llamar para ir a la escuela, esto sería en el primer año de clase: Cuando salíamos de su casa se volvió y su madre aún le dio algo de mamar sentada en el rellano de la escalera... Claro, ya tendría los seis años cumplidos, pues era en esa edad cuando se entraba a la escuela entonces. La escuela de Hoya del Peral era un edificio moderno, construido después de la guerra, a concejada, que era como se construían entonces las obras públicas en los pueblos pequeños... El edificio tenía una planta baja, allí estaba la clase, y otra alta donde vivía la maestra. Yo siempre tuve maestras, y la clase era mixta, con niños y niñas juntos... No sé si antes hubo algún maestro, pero yo recuerdo sólo maestras; solían estar un curso sólo, al siguiente cambiaban... Ya te digo, a la entrada había un patio cubierto, con un cuarto para la leña y eso, y una puerta al fondo para la clase. En el piso de arriba vivía la maestra... El edificio estaba en el centro de la aldea, había una placeta enfrente, una era donde jugábamos; no, las calles de la aldea no estaban asfaltadas... 

Vista parcial del caserío de Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.

 
Entrada al caserío de Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.

Parece que en esa época había muchos escolares en estos municipios...
  • Sí, entonces había aquí muchos escolares, unos quince o veinte entre niños y niñas; además estaban los que venían de otras aldeas próximas, como Fuente la Zarza -este caserío ya ha desaparecido-: De allí subían cuatro alumnos, pues les caía más cerca Hoya del Peral que Salvacañete. También venían de La Hondonada, otro caserío que hay en la cuenca del Cabriel, en la carretera de Cañigral...; de allí venían otros dos hermanos... Esto en la época en que yo iba a la escuela, después los mayores se fueron marchando y ya no hubo reemplazo de niños; además, cuando nosotros dejamos la Hoya ya había comenzado la emigración... La maestra que mejor recuerdo es una que vino de la parte de Alcázar de San Juan, a la que nosotros tuvimos de pupila, pues puso como condición para venir a la aldea que la tuvieran en alguna casa a pensión, pues era una chica joven y no quería estar sola. Pero no había nadie que la pudiera tener, nosotros tampoco; fue mi abuelo paterno quien se empeñó en que teníamos que acoger a la chica, para que tuviera maestra la escuela... Nosotros vivíamos en la casa de mis abuelos, y la única alcoba en la que podía estar la maestra era la del abuelo, y yo dormía con él. Pero el abuelo ofreció su habitación a la maestra y nosotros nos fuimos a dormir a un cuarto que había en la cambra... Recuerdo también a otra maestra a la que llamaban Águeda, ya mayor y muy fuertota... Aquella la recuerdo porque pegaba a los que se portaban mal: Sí, se quitaba la zapatilla y arreaba... –a mí sólo me pegó una vez en que nos arreó a todo, por el alboroto que montamos-. Aquella maestra estaba con otra familia de la aldea. Cuando llegaba la época de tomar la Primera Comunión, para celebrarlo era habitual hacer en las casas magdalenas, pan untado, rolletes. Ella se bajó a la casa donde estaba alojada a ver cómo hacían los preparativos y nos dejó solos a los alumnos, ¡puedes imaginar la que montamos…! Desde la puerta vigilábamos el camino por donde debía subir la maestra, pero ella debió oír el bullicio o sospecharlo y fue por otro lugar, dando algo de vuelta. Total que cuando llegó nos pilló a todos alborotando…, por eso fue lo de pegarnos: Fuimos pasando, y ¡zas, zas! –nos arreó dos zaptillazos a cada uno-. No, yo era buen muchacho, quizá porque me criaba algo debilucho…; pero otros no paraban de recibir.

         Se menciona aquí al padre del entrevistado, señor Feliciano López Marín, natural de Hoya del Peral (Salvacañete), fallecido en Torrebaja (Valencia), el día 11 de noviembre 1990, a los 73 años.

Lápida en el Cementerio Municipal de Torrebaja (Valencia), correspondiente al señor Feliciano López Marín (1917-1990), padre del entrevistado.

Sigue diciendo:
  • La última o una de las últimas maestras que hubo en Hoya del Peral se llamaba Marisol, Marisol Perales y procedía de Castejón, un pueblo de Cuenca... Yo ya no iba a la escuela entonces, pues esto sería por el año 1964 ó 65, cuando ya tenía 15 ó 16 años. Ella contaba cosas de su familia y decía que tenía un hermano menor que era compositor... Nosotros le preguntábamos qué componía y ella decía que canciones. En cierta ocasión, esto sería en otoño, al comenzar el curso, o en primavera, antes de terminar la escuela, su hermano, al que llamaban José Luis, vino a la aldea y pasó un par de semanas con ella. Ellos vivían en la casa de la escuela. El chico tocaba la guitarra y los chicos y chicas de la aldea íbamos allí y bailoteábamos lo que él tocaba... Este chico después se hizo muy conocido, escribiendo y cantando canciones, pues era José Luis Perales. Durante su estancia en Hoya del Peral su hermana hizo mucha amistad con la familia de una de las alumnas mayores, y cuando ésta se casó, Marisol y su hermano José Luis vinieron a la boda. La boda se celebró en Salvacañete y nosotros, aunque ya estábamos en Torrebaja, fuimos también, y allí estuvimos todos... Sí, José Luis entonces ya era famoso. 

Se nombra aquí a José Luis Perales (Castejón, 1945), acreditado cantautor y compositor conquense, que estuvo un par de semanas en Hoya del Peral, donde su hermana Marisol ejercía como maestra.[1]

            Entonces, ¿ésa era tu vida de niño en la aldea?
  • Sí, esta era mi vida en la aldea, como la de los demás chicos… Cuando salía de la escuela, a ayudar al padre; cuando no había escuela, a ayudar al padre… A veces, en tiempo de escuela también había que perder algún día para ayudar en el campo… Mis padres tenían tierras y algo de ganado, unas pocas ovejas; pero sólo se tenían las que podían mantenerse en invierno; porque en verano los animales pacen por el monte, pero en invierno había que darles pienso… Y no era rentable traer paja de Arroyo Cerezo, por ejemplo, que era el lugar más cercano: Claro, ahora es fácil encargar un camión de balas de paja, pero entonces no era posible… Había algunos que se iban “de extremo” con los animales, a la trashumancia por tierras de levante… No sé si en tiempos de mis abuelos irían mi padre o su hermano, pero nosotros no fuimos nunca. La familia de mi madre, que era de Casas Nuevas, sí iba “a extremo”; esto hasta que murió un tío mío… Mi madre tenía dos hermanos más, un chico y una chica. El hermano murió en la posguerra. Fue de estos jóvenes que llamaron en la última quinta, “la del biberón” le decían, y parece que estando en el frente de Teruel se pasó con los nacionales. Yo no sé cómo sucedería, pero al terminar la guerra estaba con el otro bando, aunque después todavía tuvo que hacer tres años de mili… Y estando en Lorca, Murcia, falleció; dijeron si de apendicitis; al menos esa fue la notificación oficial… Cuando se enteraron, mis abuelos intentaron ir al entierro, o ver dónde estaba enterrado. Pero en algún trasbordo de trenes se encontraron con uno de Salvacañete que había estado destinado donde mi tío, les traía las pertenencias del hijo fallecido y parece les convenció para que no fueran: ¿Para qué quieren ir, si ya no van a ver nada? –les decía el soldado-: Él ya está enterrado… -el caso fue que les convenció y regresaron al pueblo-. Y nunca hemos ido a ver dónde estaba enterrado… Al principio por falta de medios, luego por no poder. El tiempo pasó y los abuelos se fueron haciendo mayores... Pero mis abuelos se quedaron muy afectados, sobre todo la abuela… Yo supe dónde estaba enterrado por casualidad, porque tras un viaje de fin de estudios le dije a mi madre que habíamos pasado por Loca y ella me dijo: ¡En Lorca está enterrado el tío…!

Se hace aquí mención de la actividad ganadera denominada trashumancia, que fue común en la zona de Salvacañete (Cuenca) en otra época.[2]

Vista parcial del caserío de Hoya del Peral (Salvacañete), desde el antiguo transformador (2013).
Vista parcial del caserío de Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.

          ¿Después de dejar la escuela, cómo fue tu vida en la aldea?
  • Bueno, pues como la de los demás muchachos de mi edad… Ayudar al padre en las faenas del campo y llevar el ganado al monte… Aquello es zona de secano, pero casi todos los vecinos tenían huerta en la vega de Salvacañete. Todavía tenemos nosotros algo de tierra por allí… La Hoya del Peral está en un montículo rodeado de montañas; hay por allí un peral, pero no creo que se deba el nombre a ese árbol, pues éste lo plantaron en guerra y la aldea se llama así de toda la vida… Aquello era de secano, aunque una parte se regaba con balsas. Había trigo, ganado, animales de corral, pollos gallinas, conejos y el gorrino; así se subsistía. Sí, nosotros teníamos cerdos y nunca comprábamos en la carnicería, además de que en la aldea no había tienda: Si comprábamos era cosa de latas de conserva, pescado salado y tocino… No sé de dónde vendría aquel tocino, pero la gente lo intercambiaba por los jamones enteros al peso: Un kilo de jamón por tres de tocino… Del tocino se sacaba la grasa para guisar y daba para mucho, porque el jamón estaba muy bueno, pero duraba poco. Todo ha cambiado, porque ahora van por las aldeas a vender con camionetas, pero entonces era impensable, lo primero porque los caminos eran de herradura y no podía pasar un carro. Los que venían a vender entonces lo hacían con un burro…
Detalle de un curioso abrevadero para el ganado en Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.

            Sigue comentando:
  • No, allí no había horno comunal, porque cada casa tenía el suyo… A veces se reunían varias vecinas, dos o tres, y horneaban juntas… Pero casi todas las casas tenían su horno. En nuestro estaba frente a la casa… La casa daba a una era y al otro lado de la era estaba el corral, con las gorrineras y el horno encima. Las construcciones eran todas de piedra, muy rústicas pero prácticas para el uso que se les daba. Del horno se encargaba mi abuelo… El día que horneaban se levantaba temprano y comenzaba a calentarlo con aliagas, después iban echando leña, madera de pino, enebro, sabina… para mantenerlo. Cuando alcanzaba la temperatura adecuada había que retirar brasas y cenizas a un lado, esto lo hacían con un badil, que era un hierro en ángulo… Cuando tenían la ceniza retirada, con otro palo que llevaba una prenda de lana o lo que fuera en la punta, barrían el piso del horno, y como el trapo se calentaba mucho, para que no ardiera lo metían en un cubo de agua..., así hasta dejar bien limpias las losas del piso del horno. Luego ponían cada pieza de masa en una pala, que no era más que una plancha de hierro con un palo en el extremo, para hornearla: Esparcían un poco de harina en la base para que no se pegara la masa y así la introducían, y con un movimiento del extremo de la pala iban soltando cada pieza en la parte del horno que deseaban. Para sacar los panes utilizaban la misma pala: Sacarlos era más fácil, porque cuando estaban bien cocidos se desprendían bien... Para iluminar el horno por dentro se utilizaban maderas de pino albar, pues las de negral tienen mucha resina: Los palos se partían en cuatro trozos y cuando se terminaba cada cocción se metían en el horno, para quitarles el agua. En la siguiente hornada se utilizaban como “lumbreras”, para alumbrar el horno...
Vista de Salvacañete (Cuenca)
[Fotografía de Alfredo Montero Martínez].

            ¿Recuerdas cómo hacían el pan en Hoya del Peral?
  • Claro que me acuerdo... Y ya te digo que el mejor pan que he comido en mi vida es el que hacía mi madre, ya no he vuelto a comer pan como aquel… Hacer el pan es una labor delicada y lleva su proceso, el que salga bueno depende de muchas cosas: de la masa, del calor, de los tiempos… Primero cernían la harina, aunque algunas no la cernerían, para separar la harina del salvado. Le echaban levadura de la amasadura anterior…, aunque al final de nuestra estancia allí ya se compraba la levadura de cerveza, que aumentaba mucho el volumen. La masa se tenía que trabajar a mano hasta que adquiría la consistencia adecuada, luego se dejaba reposar en el escriño, tapada, para que fermentase. Eso necesita su tiempo, y calor. Si hacía mucho frío ponían el escriño con la masa junto del fuego. Luego lo sacaban de nuevo y lo troceaban, cortándolo, para darle la forma de panes, y se colocaban entre los mandiles para que se terminara de hacer; cada paso requiere su tiempo. Finalmente se metían al horno… Primero metían uno, para ver si el horno estaba en su punto o pasado. Si estaba pasado de calor, el pan se quemaba por fuera y la masa quedaba cruda. Por eso hacían una prueba. Para ver si estaba bien cocido, cogían el pan y lo golpeaban por la base, para escucharlo; porque el pan cocido tiene un sonido y el crudo otro, como los melones...
Detalle de abrevadero en Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.

Vista parcial de Torrebaja (Valencia), desde el puente del Ebrón, con detalle del antiguo camino de acceso al pueblo, correspondiente al actual Paseo de la Diputación (años sesenta, mediados).

            ¿Cómo fue que tu familia bajara a Torrebaja, qué circunstancias concurrieron?
  • Recuerdo que bajamos a Torrebaja el día 31 de diciembre de 1966, lo recuerdo porque es una fecha peculiar... -justamente el último día del año, san Silvestre-. Yo tenía 17 años, me faltaban unos días para cumplir los 18, pues ya te digo que nací el 17 de enero, día de san Antón,... En los años sesenta, cuando nosotros nos fuimos de Hoya del Peral fue cuando todo el mundo comenzó a mover de los pueblos y aldeas de la zona, camino de las ciudades. Hasta esa época en las ciudades tampoco andaban tan sobrados, y en el pueblo se sobrevivía… Por entonces mis padres tenían la carga nuestra, la mía y la de mi hermana, cinco años menor que yo, también tenían a mi abuelo paterno, que ya era mayor: Los maternos vivían en Casas Nuevas, de donde era mi madre, pero éstos todavía se mundiaban..., quiero decir que se valían solos. La mayoría de la gente de la Hoya del Peral se marcharon a Barcelona y Valencia, esto la mayoría. Pero se marchaban los hijos mayores, así la casa no se deshacía. Y si les iba mal, siempre podían volver a casa de los padres... En nuestro caso mi padre no se atrevió a mover a toda la familia -me refiero a marcharnos a Valencia sin tener allí nada-; lo veía muy arriesgado... Claro, teníamos que haber vendido lo poco que teníamos en el pueblo y marchar a la capital a ver lo que salía... La verdad es que todos o casi todos los que se marcharon tuvieron suerte, al menos volvieron en mejores condiciones que se habían ido. El venir aquí lo pensaron porque surgió la oportunidad... Nosotros teníamos unos familiares, primos de mis padres, en Torrealta, que estaban de medieros con el tío Enrique Sánchez padre, en la Rambla de Riodeva: Sí, el tío Martín y su hijo José, que luego fue guardia civil... Por aquella época Rafael Lillo de Torrebaja tuvo necesidad de alguien que le llevara las tierras, y por intermedio del tío Enrique le hizo saber a sus medieros de la Rambla, que eran estos primos de mis padres que te digo... El tío Martín se lo dijo a otros primos de Casas Nuevas, pero ellos no estaban interesados, y nos mandaron razón a nosotros; así fue como nos enteramos de que esta familia de Torrebaja necesitaba un mediero.

            Sigue diciendo:
  • Nosotros estábamos en Hoya del Peral subsistiendo, que dicen... Ni teníamos mucha tierra, ni mucho ganado, lo justo para ir tirando... Y considerando todo esto mis padres decidieron emprender esta aventura, que les pareció menos arriesgada que marchar directamente a Valencia. Iríamos a Torrebaja y probaríamos –esto sin vender la casa, ni las tierras de la Hoya, ni los animales, machos y ovejas que teníamos-: Y si no funcionaba lo de Torrebaja, pues siempre podríamos volver a nuestra casa... –eso fue lo que pensaron-. Mis padres me lo comentaron, y a mí me pareció bien... Al que no se lo consultaron fue a mi abuelo Pantaleón, que ya tenía ochenta años cumplidos. Para mi abuelo debió ser más doloroso salir de su casa y de su pueblo a esta edad –quizá fuimos injustos con él en aquel momento-, pero se adaptó bien; aunque falleció a los dos años de estar en Torrebaja; está enterrado en el cementerio de aquí...

Tumba-cruz en el Cementerio Municipal de Torrebaja (Valencia), correspondiente al señor Pantaleón López García (1885-1968), abuelo paterno del entrevistado.

         Se nombra aquí al abuelo del entrevistado, señor Pantaleón López García, natural de Hoya del Peral (Cuenca), que falleció en Torrebaja (Valencia), el 30 de octubre de 1968, a los 83 años. Continúa comentando:
  • El abuelo Pantaleón es el que te contaba que cedió su alcoba a la maestra para que pudiera estar en la aldea... Era un hombre abierto y muy buena persona. A mi abuela paterna, a la que llamaban Petra Marín apenas la recuerdo, porque murió siendo yo muy niño; aunque me crió ella, pues mis padres tenían que ir a trabajar y yo me quedaba con ella... Ya te digo que apenas la conocí, pero recuerdo una vez que mi padre le puso una inyección intravenosa... No, mi padre no era practicante ni tenía estudios, pero hacía de barbero y eso conllevaba entonces la función de practicante, era quien ponía las inyecciones en la aldea. También tenía la barbería... Sí, cortaba el pelo y afeitaba. No, no iba por las casas, la barbería estaba en la casa de mi abuelo, en un rincón de la cocina: Allí tenía un sillón de barbero y acudían los hombres a cortarse el pelo y pelarse la barba, y la cocina servía de mentidero: En la cocina estaba el fuego bajo, donde se guisaba, la mesa de comer... y la silla de afeitar, que recuerdo tenía un respaldo para la cabeza. No sé de dónde la sacaría, quizá la mandó hacer. A mí me gustaba escuchar lo que hablaban los hombres, porque contaban cosas de la guerra y otras historias... Parece que mi padre aprendió de un tío mío que iba de aprendiz con un barbero. Pero al marcharse mi tío a la Guardia Civil, mi padre se quedó con el oficio...

            ¿Qué más recuerdas de tus abuelos?
  • Ya te digo que poca cosa..., porque a la abuela Petra apenas la conocí, aunque yo ya tenía más de cinco años cuando murió, te lo digo porque mi hermana ya había nacido. La recuerdo a trozos... y de cuerpo presente. Cuando falleció la pusieron en su alcoba, allí la velaron. Como el cajón no podían subirlo hasta la habitación, porque la escalera era estrecha, entre cuatro la bajaron a ella en una colcha hasta la entrada y la pusieron en el cajón. El cajón lo trajeron de Salvacañete, y como en Hoya del Peral no había cementerio, hubo que llevarla con un macho hasta el cementerio; así es como llevaban a todos los que morían en la aldea, la caballería aparejada con la albarda y las samugas, como cuando se acarreaba, pues los caminos eran entonces de herradura, y no podían pasar carros... Claro, de Hoya del Peral a Salvacañete bajaban a los difuntos con una caballería hasta la iglesia, y de allí al cementerio imagino que a hombros.... De joven mi padre vivía con los abuelos, pero cuando se casó con mi madre alquilaron una casa en la aldea y se pusieron a vivir solos, y fue en esta casa donde nacimos yo y mi hermana. Pero al morir la abuela nos fuimos a vivir con el abuelo, porque él no quiso venirse a nuestra casa: No, yo de mi casa no salgo... –decía; por eso fue de irnos nosotros a la suya-. Aunque después tuvo que salir de su casa y de la aldea para venirse con nosotros a Torrebaja... -por eso te decía que quizá fuimos injustos con él-. Cuando mi padre y mi tío partieron lo de los abuelos, a mi tío le tocó la casa y a nosotros los corrales de enfrente. Pero mi tío acabó vendiendo la casa, y nosotros le vendimos al mismo comprador los corrales. Por eso ya no tenemos ningún edificio en Hoya del Peral, sólo las tierras y unas parideras en el monte...
Detalle de una antigua casona en Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.

Detalle de una antigua casona en Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.

Detalle de fuente pública en Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.
Detalle de fuente con abrevadero y lavadero público en Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.
Detalle de la entrada a una antigua casa de Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.
Detalle de ropa tendida en Hoya del Peral (Salvacañete), 2013.


       Entonces, ¿cómo fueron los primeros tiempos de tu estancia en Torrebaja, qué te pareció el pueblo al llegar de Hoya del Peral?
  • Cuando llegamos a Torrebaja –el 31 de diciembre de 1966-, esto me pareció una capital... Ten en cuenta que yo estaba acostumbrado a la aldea, a estar en el monte con las ovejas, porque los últimos años antes de venirnos aquí yo estaba de pastor, y a veces tenía que dormir sólo en el monte con el ganado... Claro, yo ya había dejado la escuela al cumplir los 14 años, y desde ese momento me dediqué a ayudar a mi padre en las faenas del campo, y como pastor. Nosotros vivíamos en la plaza de Torrebaja, en la planta baja de la casa de Rafael Lillo..., y las ovejas las teníamos en Las Eras. También nos trajimos un perro, que se llamaba Mora. Torrebaja me pareció otro mundo, nada que ver con la aldea... Por las mañanas, cuando emprendía la faena, me iba por la calle san Roque arriba y atravesaba la carretera... Cuando llegaba a las escaleras de san Roque, que entonces todavía estaban de piedra y tierra, me parecía que sólo entonces estaba en mi medio, porque esta parte de Los Pajares era más parecido a lo que yo había conocido en la aldea... Aquí seguimos con las ovejas y las tierras que llevábamos a medias, aunque continuábamos con las nuestras de Hoya del Peral.
Plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia), con el piso de la plaza y la calle todavía sin cementar.

            ¿Cómo ha sido vuestra estancia en Torrebaja, habéis estado a gusto?
  • En Torrebaja hemos estado siempre muy a gusto... Aunque al principio fue duro, porque yo no conocía a nadie, y cuando iba al cine de la carretera me ponía solo... Esto fue los primeros meses, y tampoco me suponía ningún problema, porque yo estaba acostumbrado a la soledad del monte. No, yo no añoré nunca la aldea, pero mi madre decía alguna vez: ¿Cómo hubiéramos estado de habernos quedado en Hoya del Peral, estaríamos mejor...? –lo decía como pensando lo que hubiera podido ser, pero sin verdadera añoranza-. Yo le decía que eso nunca lo sabríamos, pero que aquí no habíamos estado tan mal... Mi padre era de otro pensar: ¡Si nos hubiéramos quedado allí yo ya me habría muerto...! –decía él, porque aquello era muy duro, todo había que hacerlo a mano, siempre peleando con los animales..., labrar, sembrar, segar...-. La poca huerta que teníamos estaba a una hora de camino... Por eso teníamos que echar el día, y llevarnos la comida... En la huerta de Salvacañete estaban los cultivos de hortaliza, como aquí. Allí teníamos dos añadas, en una sembrábamos cebada, para descansar y en la otra patatas, remolacha y las hortalizas que te digo, judías, tomates... Al año siguiente se cambiaba el cultivo. La remolacha forrajera era para los animales en invierno; también cultivábamos esparceta o pipirigallo que llamaban allí..., que es como el alfalfe pero más rústico, porque se cultivaba en secano. En las fincas más cercanas a las casas sembrábamos mielgas, así teníamos algo verde para los cerdos... Las tierras eran flojas, pero de abonarlas con el estiércol de los animales acababan haciéndose buenas.

            ¿Cómo fue el recibimiento de los torrebajeros, os sentisteis acogidos?
  • Sí, no tuvimos ningún problema... Aquí en Torrebaja nos conocían como "los medieros de Lillo", para diferenciarnos de otros que había... También nos decían "los medieros de la plaza". No, aquí no nos pusieron ningún mote. A mi abuelo materno, el de Casas Nuevas, le llamaban el Billoto... Porque mi bisabuelo casó con una moza de El Cubillo: Cuando bajaba a festear iba andando o con un macho, y cuando la gente le preguntaba dónde iba, contestaba: ¡Voy a ver a las billotas...! –porque en ese pueblo hay muchas carrascas, y debía referirse a las bellotas-. De ahí le vino lo de Billoto... A mis tíos no les importaba el apodo, pero a mi abuelo no le gustaba nada. Al padre de mi abuela Petra, que también descendía de Casas Nuevas, le llamaban Morrazos... Y a mi abuelo paterno le decían Pantaleoncillo, porque había en la aldea otro Pantaleón que era de mayor estatura, auque él no era bajito.
El señor Antonio López Villalba (Hoya del Peral, 1949), durante la entrevista.

      Antonio, ¿recuerdas aquel teatrillo que formasteis en el cine, tú hacías un personaje muy gracioso?
  • Claro que me acuerdo..., aquello surgió a raíz de los “Planteles” de Extensión Agraria. En la Oficina que había en la plaza decidieron hacer grupos de gente joven que quisieran estudiar agricultura... Y el mismo día que hacían la primera reunión, como yo vivía en la plaza, pues me apunté... Fue gracias a Teodoro Gómez el de Ceferino, que me invitó a ir con él para registrarme. Y de ahí fue que me hice del Plantel, y de ahí surgió lo del teatrillo que montamos... La primera obra se llamaba: ¿Por qué te casas, Perico? Tuvo tanto éxito que después montamos otra: Las víctimas de Chevalier, o algo así, que trataba de un mono que no salía a escena... Ambas eran comedias para reírse... La primera trataba de un joven con novia llamado Perico, pero que se lió con una francesa... Yo hacia de criado, al que llamaban Bartolo, pero la francesa me llamaba Bartolomé, y a mí me molestaba que me llamara así... Bueno, eran obras sencillas pero la gente se reía a carcajadas... Las obras salieron bien, pero ensayamos mucho. Como te digo, lo del teatro se hizo a través de estos grupos de Extensión Agraria: Aquí había dos agentes, el jefe y otro al que llamaban Juan José... Éste era muy aficionado al teatro, y escogió estas obras de una colección que tenía... Todo esto me sirvió para integrarme en el pueblo y con la gente...

         Una vez instalados en Torrebaja, ¿cómo evoluciona tu vida en esos años?
  • Bueno, todo transcurrió con normalidad... Ya te digo que nos bajamos a probar, a ver cómo nos iba, y como estábamos bien continuamos. Yo ayudaba a mi padre en el campo y con los animales, así estuve hasta que me llamaron para el servicio militar. La mili la hice en Valencia, en Marines... fui en el primer reemplazo de mi quinta, la de 1970-71. Marines entonces era un campamento nuevo, no sé si estrenamos nosotros los cuarteles... Después me destinaron a la Unidad de Veterinaria, estuve en un destacamento en Bétera, donde los jefes tenían unos terneros que había que cuidar. Debió de mediar alguna influencia, porque allí había tres soldados destinados, uno de ellos siempre estaba de permiso en casa, y los otros dos en el destacamento; por eso podría decirse que sólo hice un tercio de mili... El caso es que mi padre necesitaba ayuda, y yo le vine muy bien.

© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).




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[1]  José Luis Perales. (2013, 29 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 11:19, octubre 8, 2013 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Jos%C3%A9_Luis_Perales&oldid=69918304.
[2] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. “Tiempo de trashumancia”, último libro de Mariano López Marín, en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/11/tiempo-de-trashumancia-ultimo-libro-de.html, del miércoles 28 de noviembre de 2012.